sábado, 8 de agosto de 2020

EPIFANIAS JOYCEANA

 PSICOANALISIS y LITERATURA

James Joyce y la enigmática vecindad de las epifanías

Por José Méndez (*)

 

INDICE

 

·       DOS INDICADORES INICIALES

·       INTRODUCCION

·       LAS EPIFANIAS COMO RECURSO LITERARIO

·       EL JOYCE DE BORGES

·       JAMES JOYCE Y LAS EPIFANIAS

·       VECINDADES DIAGNOSTICAS

·       FENOMENOS ELEMENTALES

·       EL JOYCE DE LACAN

·       CONCLUSIONES

·       FUENTES CONSULTADAS

 

 

DOS INDICADORES INICIALES

 

David Haynan: una estética literaria

“La estética de la epifanía, su fogonazo súbito, ilumina intermitentemente toda la obra de Joyce, desde sus inicios hasta el soberbio Finnegan Wake (…) estas epifanías iluminan recovecos íntimos de la vida y obra de Joyce, sacan a la luz sueños, temores y obsesiones. El arte de Joyce logra su exacta expresión en estas impresiones fugaces, verdaderos “primores de lo vulgar” que con prosa ágil e intensidad poética toman al vuelo instantes evanescentes, conversaciones banales, posos oníricos, evocaciones equívocas, imágenes turbadoras…”

Epifanías. James Joyce Edición de David Hayman (Editorial Montesinos, España)

 

Jacques Lacan: el error en el nudo

(…) Aún faltaría que diga algunas palabras que había preparado sobre la famosa epifanía de Joyce, que encontrarán en todos los recodos.

Les ruego que verifiquen lo siguiente. Cuando él da una lista, todas sus epifanías se caracterizan siempre por lo mismo, que es precisamente la consecuencia resultante del error en el nudo, a saber, que el inconsciente está ligado a lo real. Cosa fantástica, Joyce mismo no dice otra cosa. Se lee claramente en Joyce que la epifanía es lo que hace que, gracias a la falta, se anuden inconsciente y real. (…)

Seminario 23. Jacques Lacan. El sinthome. [La escritura del ego] Página 152

 

 

 

INTRODUCCION

 

Las epifanías tienen un origen religioso y mítico. La Iglesia Católica celebra como epifanías [“la manifestación del Señor”] en tres eventos: 1) los Reyes Magos [ese día se celebra la primera manifestación de Jesús a los gentiles, representados por los magos de Oriente], 2) a San Juan Bautista en el Jordán y 3) a Jesús con sus discípulos y el comienzo de su vida pública con el milagro en Caná. 

En la literatura se instaló como la enunciación emocional e íntima de la singularidad de un autor, una modalidad surgida como expresión artística entre los siglos XIX y XX junto con otros masivos movimientos sociales. Así, las epifanías como un recurso artístico dentro de la literatura, se corresponden a una época, en la cual, junto con otros escritores, James Joyce sería el exponente más destacado de su uso, debido al efecto enigmático logrado en su obra. 

Por su parte, Jacques Lacan, en su segunda clínica, con el nudo borromeo y el concepto de sinthome, muestra otro aspecto: la locura de Joyce vinculada con su obra literaria. 

 

 

LAS EPIFANIAS COMO RECURSO LITERARIO

 

En el contexto histórico el uso de las epifanías surge dentro de un movimiento social complejo y se diluye como un efecto de una locura en Joyce a pesar de ser una expresión casi de características inefables. Las epifanías, en materia de estética del arte, según algunos autores, es un fenómeno muy poco estudiado y discutido por su carácter complicado y subjetivo,.

 

En el contexto mítico-religioso

La epifanía tiene un punto de partida subjetivo. Etimológicamente «epifanía» proviene del griego «aparición»,«manifestación» y la familia de palabras a la que pertenece, en griego, hará que se extienda para denominar el tipo de experiencias reveladoras: 

 

·  el verbo se refiere a «aparecermostrarse”, pero fundamentalmente, 

mostrarse de pronto»,

·  el adjetivo se utilizaba para designar lo visible, claro o evidente. 

 

Por lo tanto, entonces, es una manifestación repentina de algo que se muestra claro y evidente. En el mundo griego se aplicaba este término a la mitología para aludir a la manifestación concreta de la divinidad, luego, el cristianismo adoptó el vocablo para referirse a la liturgia que conmemorativa. 

La epifanía, entonces, es un término, tomado del mundo clásico extendido a la liturgia cristiana, con un carácter trascendente, en el sentido de “manifestación del Señor”, como una experiencia espiritual y estética que produce lo bello a través de la creación de imágenes, atribuido a la Deidad, en la aparición del Hijo de Dios.

 

 

En el contexto literario

Pero la epifanía como «recurso literario y estético» surge de la modernidad, mutando de lo religioso hacia una trascendencia personal más intimista, ampliada, especialmente, a principio del siglo XX con la aparición de las Vanguardias

Morris Beja define las epifanías como momentos privilegiados” de visión o revelación; Allan Wallis en su estudio sobre Miró y Azorín habla de acontecimiento súbito que se da en la experiencia del sujeto y que no está lógicamente unido por relaciones causales al hilo narrativo

En este sentido, la epifanía no parece tener una relación fluida con el resto de la historia, sino que parecen breves escenas, incrustaciones que quiebran el tiempo lógico convencional. Lo sustancial es que para llegar a ese momento revelador siempre es parte de una experiencia individual, nunca colectiva. El artista parte de su experiencia individual y subjetiva para crear una obra, pero también es el receptor, el que recurre mentalmente a su propia experiencia individual para sentir ese momento fugaz llamado epifanía

El concepto de epifanía, entonces, sería como la representación del orden perfecto o como fórmula indescifrable de un enigma ante las circunstancias subjetivas que sirve para unificar una poética creadora.

 

 

Joyce y su época: un encuadre

James Joyce nace en 1882, y es producto de la época denominada Modernismo, y dentro de ella surge el Modernismo Literario

El modernismo surge como un movimiento filosófico que impuso transformaciones sociales en Occidente a fines del siglo XIX y principios del XX con causas vinculadas al desarrollo de las sociedades industriales, el crecimiento urbano acelerado y las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. También es el rechazo a las ideas de la Ilustración centradas en la razón como principal fuente de autoridad y legitimidad. La sociedad occidental, entonces, comienza a readaptarse a nuevo entorno económico industrial, haciendo caer las formas tradicionales de expresión -que comenzaban a ser obsoletas- en todos los ámbitos, entre ellos, la literatura.

Un aspecto importante y notable del modernismo es la autoconciencia y la ironía sobre las tradiciones literarias y sociales que rechazó explícitamente la ideología del realismo, encuadrándose filosóficamente como una forma de pensamiento de autoconciencia y autorreferencia expandidas, en especial, en las artes. Otros enfocan al modernismo como una introspección estética.  

 

El modernismo literario

Motorizado por un deseo de anular los modos tradicionales de representación y expresar las nuevas sensibilidades de su tiempo los escritores modernistas fueron influenciados por el pensamiento de Freud, Marx, Darwin, Einstein, Nietzsche y Bergson, entre otros, además del desarrollo de técnicas literarias renovadoras como la corriente de la concienciauna técnica narrativa por medio de la cual los pensamientos de los personajes son revelados de manera que parecen no estar controlados por el autor; o el propósito del monólogo interior, revelador de lo más íntimo del personaje que refleja la necesidad de un mayor realismo psicológico. 

Aunque el movimiento literario modernista tiene raíces anteriores, es ubicado a partir de 1910, citando a Virginia Woolf, Proust, Gide, Rilke, Apollinaire, Kafka, Pessoa, Brecht, García Lorca, Azorín, etc. James Joyce, en este marco, es ubicado como un importante escritor modernista que con su novela Ulysses (1922) llegó a personificar el enfoque del modernismo a la ficción. La literatura modernista también abordó problemas estéticos similares al arte modernista contemporáneo como Picasso o Kandinsky en la búsqueda de abarcar y ubicar nuevos significados.

La tradición experimental de escritores europeos como los señalados precedentemente, son reconocidos por un uso de técnicas literarias innovadoras, como el monólogo interior, la inclusión de múltiples narradores o puntos de vista y los saltos en el tiempo dentro de la narración.

Entre los escritores de habla hispana, en España, en el mismo momento histórico, fue Azorín quien empleó la epifanía literaria para simbolizar la quietud, la infinitud del tiempo, a partir de narraciones al detalle sobre costumbres ancestrales de los campesinos de Castilla.

 

 

Corriente de la conciencia (“Monólogo Interior” o “Flujo de la Conciencia”)

La Corriente de la conciencia es una técnica narrativa en dónde los pensamientos de los personajes expuestos surgen como no controlados por el autor, surge así un monólogo interior revelando lo más íntimo del personaje. Esta técnica encuadra experiencias emocionales mientras ocurren, a nivel consciente e inconsciente, y el autor opta por no diferenciar entre niveles de conciencia; utiliza enmarañados patrones de memoria, imágenes y fantasías para representar sensaciones y emociones “en bruto”, como una representación del “discurso” interior de un personaje.

Este monólogo interior se diferencia del soliloquio pues ocurre antes de cualquier verbalización, en un nivel pre-discursivo; intenta representar la naturaleza fragmentaria del pensamiento antes de ser organizado, con intenciones comunicativas, por quien lo piensa. Este nivel pre-discursivo otorga a la narración un realismo psicológico importante que refleja la intimidad del escritor con el personaje. Mediante esta técnica, más que explicar a alguien su pensamiento, el personaje piensa pensando. 

Las denominaciones flujo de la conciencia monólogo interior se utilizan, especialmente, en la tradición anglosajona. Quien le da el máximo desarrollo a este concepto de monólogo interior es Joyce, quien dice haberlo descubierto en el libro Les Lauriers sont coupés del francés Édouard Dujardin. Este mismo autor, opinando de Joyce, define el monólogo interior como “el discurso sin auditor y no pronunciado, mediante el cual un personaje expresa sus pensamientos más íntimos, más cercanos al inconsciente, anteriores a cualquier organización lógica, es decir, en embrión, y para ello se vale de frases directas reducidas sintácticamente a lo indispensable, para dar así la impresión de ‘lo magmático’”. 

Otros exponentes de esta técnica, y diferenciándose de Joyce respecto al orden gramatical y sintáctico, es Virginia Woolf, cuyas novelas Al faro Las olas, en particular, exploran también la interioridad de los personajes. Woolf es considerada, junto con Ulises de Joyce, como la que cambió definitivamente el rumbo de la literatura occidental. No obstante, el estadounidense William Faulkner, para construir la identidad del personaje en su obra El ruido y la furia(1929) y en algunos pasajes de ¡Absalón, Absalón! (1936) toma la influencia del Ulysses, destacando un drama psicológico de profundidad emocional, utilizando una larga y serpenteada prosa, además de un léxico meticuloso con frases inconexas.

Es en el cuento o en el relato corto donde la epifanía literaria es especialmente útil, pues necesita de un instante que sugiera una idea más amplia que trascienda la brevedad del cuento.

Podemos recortar, entonces, las características del uso de las epifanías en la literatura de acuerdo a esta escuela del monólogo interior:

 

- pensamientos aparentemente no controlados por el autor

- revela lo más íntimo del personaje

- no se distinguen niveles de conciencia

- pensamientos desorganizados que fluyen en el momento en la mente del personaje

- el lector se siente testigo presencial de los pensamientos del personaje

- son frecuentes los desplazamientos, los saltos de un tema a otro, el fluir del tiempo psicológico.

 

Dos autores argentinos

 

·   En Argentina, la novela El túnel, de Ernesto Sabato contiene un fragmento que parte de una imagen pictórica, en - cuadro Maternidades-, realizado por el protagonista, Juan Pablo Castel, que es desencadenante de una «revelación de sentido» que cambia la manera de concebir tanto la pintura como la literatura. Así, la epifanía se cristaliza en la obra como una manifestación inconsciente de sentimientos e ideas que se irán materializando a través de las acciones del protagonista y su relación con María, y que, además, transformarán la comunicación entre el escritor, la obra y el lector. 

 

·   En Jorge Luis Borges encontramos el recurso de la epifanía en el El Aleph narrado en primera persona particular, en una puesta en abismo en la cual la voz del narrador se identifica con la del autor y el protagonista del cuento, Borges: "Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges". Y dice un día “Borges, salió a la candente mañana de febrero justo el día que murió su amiga Beatriz Viterbo. En esa mañana notó que en la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo, pero yo no, pensé con melancólica vanidad”. Allí encontramos el momento trivial que da pie al momento de trascendencia; para “Borges”, el universo inclemente continúa y no se detiene a duelos particulares. Al personaje sólo le queda la vanidad y la poesía: “Cambiará el universo, pero yo no”.

Vemos, en este breve recorrido, que la epifanía, entonces, va más allá de ser un mero recurso estético, ya que posee la capacidad de revelar no solo la perspectiva del artista, sino también la del receptor como figura necesaria para terminar la obra de creación.

 

 

EL JOYCE DE BORGES

 

El Joyce de Borges: verbo, ilegibilidad y neologismos

 

La finalidad de referirme con Borges, es apoyarme en que la escritura de James Joyce estaba algo más alejada de la literatura de lo que se supone. Borges es un escritor que está muy próximos a los conceptos psicoanalíticos, sin referencias estrictamente teóricas, sino que desde su lúcido pensamiento y escritura resume con su arte conceptos complejos que fueron abordados por el psicoanálisis. En los fragmentos que detallo más abajo encontramos algunos rasgos más relevantes con una locura simulada, que una literatura en su más amplio sentido.

En una entrevista de O. Nayarález a Jorge Luis Borges para la revista ReferenteDirá que Joyce  “era en realidad, un escritor esencialmente verbal”, que su talento “era esencialmente verbal”. ”Joyce es música verbal e invención de palabras”. En sus críticas dirá que fue “uno de los máximos artífices verbales, eso nada tiene que ver con la novela. En una novela hay que pensar en los personajes, en los caracteres, en lo que sucede, más que en las palabras empleadas”. De esta forma ubica al arte de Joyce como esencialmente verbal y arremete contra el Ulises es bastante ininteligible y el Finnegan's Wake es ilegible(…). Es una obra fragmentaria, sí.”. Pero en el caso de El retrato del artista adolescente nos dice que “es un libro admirable y también algunos cuentos, no todos, porque la imaginación de Joyce es totalmente verbal”. 

Refiriéndose en el libro de Stuart Gilbert, que fue secretario de Joyce, se lee por ejemplo que en tal capítulo del Ulises casi todas las metáforas están tomadas de la respiración, de los pulmones; en otro se habla de lo sexual; en otro, del cerebro, de la inteligencia”.

Y agrega que “La traducción de esa música verbal, la de Joyce, me parece imposible. Es como traducir la música en palabras. El caso más sencillo: ¿Cómo traducir la música del tango El choclo? El tango El choclo es simplemente eso”.

Respecto a la muy mala traducción francesa del Ulises comenta que Joyce participó en esa tarea junto con quien dirigió aquella traducción pero resultó mala porque “ (…) entre otras cosas, por la facultad de Joyce de acuñar palabras compuestas, que pueden usarse en griego, en inglés, y en alemán, pero no en francés y en castellano, idiomas éstos en las que resultan pesadísimas y artificiales”. 

Por otro lado, Borges publica dos artículos sobre Joyce en la revista Sur (1939 y 1941). En la primera, refiriéndose a Finnegans Wake (lo que antes se denominaba “Work un progress”) destaca la profusión de neologismos y escribe : “En esa profusión reside la novedad de James Joyce. Tan poderosa y general es la pasión jurídica (o tan débil la estética) que los mil y un comentadores de Joyce casi no examinan los neologismos inventados por él y se limitan a probar, o a negar, que el idioma requiere palabras nuevas” y realiza una lista de neologismos extraídos de Stuart Gilbert y finaliza con algo que es digno de transcribir por el sentido de este escrito: “Esos monstruos, así incomunicados y desarmados, resultan más bien melancólicos. Algunos —los tres últimos, por ejemplo— son meros calembours que no exceden las módicas posibilidades de Hollywood. Otros —clapplause, bompyre— son tautologías. Otro —voise— quiere significar una voz áspera, una voz que casi es un ruido, pero el sonido contradice la intención del autor. Otro —ameising— requiere algún conocimiento del alemán. Secularphoenish, quizá el más memorable de todos, alude a cierto verso final de Samson Agonistes, en que se llama secular bird al fénix de periódicas muertes”.

El artículo en la Revista Sur de 1941, se titula Fragmento sobre Joyce, y está referida al Ulises, designándola como una “vasta novela [de Joyce] es indescifrablemente caótica”. Y que “cada uno de los dieciocho capítulos corresponde a una hora del día, a un órgano corporal, a un arte, a un símbolo, a un color, a una técnica literaria y a una de las aventuras de Ulises hijo de Laertes”. Más contundente, pero no menos lúcido en sus señalamientos, escribe: “Joyce es menos un literato que una literatura. Lo es, increíblemente, en el compás de un solo volumen. Su escritura es intensa (…)La plenitud y la indigencia convivieron en Joyce. A falta de la capacidad de construir (que sus dioses no le otorgaron y que debió suplir con arduas simetrías y laberintos) gozó de un don verbal, de una feliz omnipotencia de la palabra, que no es exagerado o impreciso equiparar a la de Hamlet o a la de Urn Burial... El Ulises (nadie lo ignora) es la historia de un solo día, en el perímetro de una sola ciudad. En esa voluntaria limitación es lícito percibir algo más que una elegancia aristotélica; es lícito inferir que, para Joyce, todos los días fueron de algún modo secreto el día irreparable del Juicio; todos los sitios, el Infierno o el Purgatorio”.

JAMES JOYCE Y LAS EPIFANIAS

 

Específicamente, el tema de las epifanías en Joyce es complejo, las hay de diferentes modos, limitadas, con argumentos entrelazados con otras obras y hechos, al parecer, de la propia vida de Joyce. Algunos autores como David Hayman recopiló algunas más que Robert Scholes y refiere que son setenta en total, y que abarcan un período (1900-1903) en la obra del dublines.

Hay ánimos de epifanías, también retrospectivas, ensoñativas, otras referidas a cierta vulgaridad (aún la propia de Joyce), las hay más y menos importantes, otras no tan nítidas encontrándose repartidas en fragmentos de frases, prolongadas, humorísticas, satíricas, breves, detalles epifánicos, con forma epifánica, subjetivas, sociales, tardías o asimiladas a un sueño del propio escritor, y también otra, perdidas. Y muchas veces, al lector desprevenido, las epifanías, no las identifica como tal. 

Existen muchas opiniones, estudios y consideraciones cruzadas acerca de las epifanías de Joyce desde la perspectiva literaria y todas con un nivel de detalle envidiable que rescatan a Joyce de alguna sospecha de locura. Intentan explicar con cierta erudición, pero siempre sobrevuelan una significación final abierta, es decir algo de lo cual no puede asirse

La época, el movimiento cultural del cual integró por generación, la ruptura de una modalidad literaria, la extravagancia subjetiva, la genialidad propia que lo acompañó, los avatares personales de su vida, también hicieron posible la construcción de una literatura diferente. 

 

 

La epifanía como recurso literario en Joyce

Giorgio Melchiori en su libro Joyce: el oficio de escribir testimonia las influencias del estilo de Joyce tanto de Yeats como de D´annunzio. Por entonces el decadentismo europeo (una corriente literaria ligada a explorar la sensibilidad extrema y la inconsciencia) instala una nueva prosa en Joyce. La influencia de William Butler Yeats con sus cuentos salpicados de un brumoso misticismo esotérico en donde rescata una escritura (…) a través de un juego de imágenes ligadas a valores fónicos que visuales, el carácter indefinido y la inefabilidad del mensaje que oprimía su mente, es decir, el redescubrimiento del valor de los sentidos y su capacidad liberadora y tansfiguradora (…) y remata esta influencia afirmando que Joyce adopta de este escritor y poeta la cualidad operatoria de su lenguaje.

También Melchiori señala una afinidad con el estilo del poeta y escritor italiano Gabriel D´annunzio tomando de él la definición y el concepto de epifanía en su modalidad de ensayo narrativo. Pero este mismo autor coloca a Joyce como un investigador lingüístico incansable fiel a sus principios y a los descubrimientos de su primera juventud.

 

 

La definición de epifanía de James Joyce

En “Stephen el héroe” define la epifanía como:

una súbita revelación espiritual, ya en las formas comunes del lenguaje y del gesto, ya en un momento significativo de la misma mente (…) la tarea propia del hombre de letras era fijar en el recuerdo estas epifanías con extremo cuidado, puesto que son lo que en cada momento se da de más vaporoso y delicado (…) En el momento en que alcanza el estallido, el objeto queda epifanizado (…) Es precisamente en la epifanía entendida de este modo donde (se encuentra) la tercera y suprema cualidad de la belleza (…) He aquí que entonces el alma del objeto más común (…) se nos aparece radiante. El objeto llega a su propia epifanía”.

 

Santo Tomas de Aquino y Claritas es quidditas

Es un recurso que James Joyce toma de la doctrina estética de Santo Tomas: Ad pulchitudinem, tria requiruntur: integritas, consonantia, claritas. Citando a Umberto Eco, el teólogo arzobispo Bruno Forte nos dice “Para [Santo]Tomás, la otra vía por la que el Todo habita el fragmento y produce el acaecimiento de la belleza es la claritas: aquí no se trata ya de la totalidad presente en la armonía de las partes, sino de su irrupción. Es como un resplandor, un brillar en la noche, un traspasar el fragmento hecho transparencia de luz: el Todo ya no se ofrece solamente como proporción reflejada, sino también como irradiación, como abismo que se abre y traspasa, como silencio adonde viene la palabra abriéndose a él. Es lo bello en cuanto resplandor: resplandeciente es lo bello. Es lo bello en cuanto irrupción: fulgente, irradiante, fulgurante es lo bello. Tomás ve realizada esta belleza en el acaecimiento del amor del Hijo encarnado, donde la luz resplandece en las tinieblas: la claritas convenit cum proprio Filii, in-quantum est Verbum, quod quidem lux est, et splendor intellectus (la luminosidad conviene a aquello que es propio del Hijo, en cuanto que él es el Verbo, luz y resplandor de la inteligencia). El Todo se hace presente en el Verbo encarnado como resplandor de la gloria del Padre, en una circularidad plena típica por lo demás del pensamiento medieval entre el momento estético y el momento teofánico

 

Stephen-Joyce (refiriéndose a Santo Tomas) le explica al personaje de Clancy las tres cosas que requiere la belleza: integridad, simetría y resplandor, y en su análisis resuelve que claritas es quidditas “es el momento de la epifanía”, es decir que cuando la relación de las partes es exquisita y se ajustan a un punto especial se reconoce qué cosas en su esencia, su alma misma y de esta forma el objeto logra su epifanía. Al decir de Umberto Eco, la poética de Joyce, está basada en la claritas de Santo Tomas, y en el caso de la epifanía debemos considerar el término irrupción en tanto revelación de la certeza. Y en el plano estético la belleza tiene carácter revelador, de una verdad irrenunciable y certera.

Desde la lectura teológica, y siguiendo el rastro de Santo Tomas de la belleza, hay muchos elementos con la completud del Todo vinculado con el cuerpo, en el sentido que el aspecto constitutivo (de la belleza) esencialmente es una condición de organicidad: es bello, el Hijo hecho carne en tanto imagen que expresa al Padre. Esto, el “Todo”, en su carácter de irrepresentable, imagen de invisible como eco fiel del divino silencio.

El teólogo Forte escribe: “Sobre el frágil umbral de la belleza se descubre el desflorarse de sombras que une la muerte a la vida, el tiempo a lo eterno: el Todo revela la fragilidad del fragmento, pero también su ineliminable dignidad”.

Aunque la definición en Stephen Hero incluye "la vulgaridad del habla o de gesto, "los críticos se han centrado casi exclusivamente en la" fase memorable de la mente misma, "la epifanía subjetiva en vez de la social". Sin embargo, de las cuarenta epifanías que sobreviven del manuscrito original, casi la mitad son diálogos en los que Joyce suele ser un observador participante activo más que un artista introspectivo solitario. Estos diálogos registran con precisión lingüística la revelación accidental del verdadero yo de alguien en una situación social, pero Joyce deja su significado abierto en lugar de intelectualizado como en el subjetivo epifanías, una técnica que sugiere un reexamen crítico de los diálogos en su ficción.

 

Hacia el terreno “PSI”

Notamos, en este brevísimo recorrido que las epifanías están cercadas por una época, un recurso narrativo de varios escritores y pensamientos que superan el racionalismo de la Ilustración, lo cual arma un borde enigmático entre una genialidad literaria al recurrir a un estilo inédito y una locura no-toda. Es Lacan quien desinfla el sueño de la literatura desde la perspectiva psicoanalítica y Jacques-Alain Miller lo dice de este modo: (…) la literatura sueña y Joyce, con su novela de asonancia muestra de qué está hecha materialmente la literatura, la despierta. La despierta para que el sueño termine, piensa Lacan. La literatura no podría sostenerse sino en su sueño, en su no saber acerca de qué estaba hecha (…)

Continúo con este intento de armar algunos parámetros para reconocer algo más de las epifanías desplazándome hacia otras regiones de pensamiento.

 

VECINDADES DIAGNOSTICAS

 

·      Sigmund Freud

Si rastreamos a Freud encontramos que en el texto de Lo inconsciente [Capítulo VII, El discernimiento de lo inconsciente] puntualiza, para comprender el proceso metapsicológico de la esquizofrenia, las condiciones y las particularidades fenoménicas del discurso esquizofrénico, psicótico, que libidinalmente está determinado como un proceso de retroceso hasta el autoerotismo o narcisismo y tiene un correlato: la ruptura de la representación-cosa y la representación-palabra. En la esquizofrenia, la libido se retrae al Yo, y las cargas inconscientes se retiran de los objetos. De esta forma se reconstruye un estado narcisista primario carente de objeto y una de las consecuencias evidente es la perturbación y desorganización en el lenguaje que lo vuelve ininteligible. Resulta entonces un discurso caracterizado de vacuo, artificioso y sin sentido. Esto hace que la representación-palabra esté sometida al proceso primario (condensación y desplazamiento) y tome el derecho de la representación total las alteraciones del lenguaje en la esquizofrenia –a partir de la ruptura entre la representación cosa la representación palabra- en tres modalidades. En un interesante fragmento para considerar, Freud nos dice:

 

(…) “Si nos preguntamos qué es lo que confiere a la formación sustitutiva y al síntoma de la esquizofrenia su carácter ex­traño, caemos finalmente en la cuenta de que es el predomi­nio de la referencia a la palabra sobre la referencia a la cosa”. (…) El sustituto fue pres­crito por la semejanza de la expresión lingüística, no por el parecido de la cosa designada. Toda vez que ambas ‑pa­labra y cosa‑ no coinciden, la formación sustitutiva de la esquizofrenia diverge de la que se presenta en el caso de las neurosis de transferencia.

 

Freud se acerca al tema de interés y dice: 

 

(…) “Inicialmente no logra­mos establecer un enlace inteligible entre el vínculo yo‑objeto y las relaciones de conciencia. Eso que buscamos parece conseguirse por un in­sospechado camino: el lenguaje (…).

 

Indica, entonces, que en la esquizofrenia observamos una serie de alteraciones del lenguaje y señalando tres aspectos: 

 

- El modo de expresarse es a menudo objeto de un cuidado particular, es «rebuscado», «amanerado». 

- Las frases sufren una peculiar desorganización sintáctica que las vuelve incomprensibles pa­ra nosotros, de tal forma que las juzgamos disparatadas. 

-  En el contenido de ese discurso frecuentemente pasa al primer plano una referencia a órganos o a inervaciones del cuerpo

 

Al respecto, en el texto de Louis Berrone, James Joyce en Padua, señala un fragmento de Finnegans Wake, el grito de Kev : “¡Ah Triestre me comí el hígado!”

Estos señalamientos indicados más arriba no se ajustan estrictamente a los de Lacan, no obstante, pueden encontrarse algunas aproximaciones cercanas con las epifanías.

 

 

 

·      Gaëtan de Clérambault

Las epifanías podrían encuadrarse dentro del Automatismo Mental como Fenómenos Sutiles en la clasificación de Fenómenos Episódicos. Los Juegos verbales sin sentido implica que la persona íntegra en su decir un juego verbal desconocido hasta entonces. Clèrembault escribe sobre los mismos: “Notamos en el dominio verbal puro, con o sin objeto, la emancipación de frases articuladas, pero vacías, fragmentos de frases, de palabras, de sílabas. Entre los fenómenos más parcelarios encontramos las palabras explosivas, deformadas, extrañas, la repetición, variados juegos silábicos y las entonaciones bizarras.”

El Automatismo Mental en un resumen gráfico, sería de esta forma:

 

Clérembault establece tres características como rasgos esenciales de los fenómenos del automatismo mental (o pequeño automatismo): Automático porque es causado contra la voluntad del paciente y de propagación mecánica. Neutroporque no hay carga afectiva, Atemático porque no tiene tema delirante, Anideico porque es sin idea y en eso está el carácter automático.

Sin extendernos para explicar más específicamente cada uno de estos fenómenos, encontramos aquí características de los fenómenos elementales muy similares, parecidos o equivalentes en la escritura de Joyce.

 

 

·      Emilie Kraepelin

 

En el texto de La Demencia Precoz - Síntomas Psíquicos, Kraepelin escribe sobre las Perturbaciones en la expresión lingüística como una cuestión tomada como desordenes en el lenguaje, desde la cadencia en la expresión y las inflexiones tonales, además del flujo del discurso, y las oscilaciones en la escritura. 

Los neologismos son una figura clásica dentro de los trastornos del lenguaje y el uso de “palabras ininteligibles nuevas, pero estaban, sin embargo, compuestas de partes sensatas”. Respecto a esto el autor dice: “También pueden producirse agrupamientos de sílabas totalmente sin sentido, que a veces conservan todavía un sonido reminiscente de palabras reales. Como sucede en los sueños, muchos neologismos pueden ser expresiones de ideas más complicadas, o mórbidas, para las que no existen palabras“.

Kraepelin habla de Experimentos de asociación y entre ellos encontramos “en la combinación de ideas, los constituyentes lingüísticos ganan una cierta preponderancia; los pacientes muestran una tendencia a la rima, a introducir asonancias, a jugar con palabras, a deformarlas.”

Dentro de lo que él denomina acatafasia como una perturbación en la expresión del pensamiento al no encontrar “la expresión apropiada para sus pensamientos y sólo producen algo con un sonido similar”.

Estos, son apenas algunos señalamientos de síntomas psiquiátricos que enumera Emilie Kraepelin.

 

 

FENOMENOS ELEMENTALES

 

Una descripción desprevenida de algunos autores -vinculados a la literatura- a tomar el sentido épico (digno de la autorreferencia) y el aspecto creativo del lenguaje, liberando a la escritura de las ataduras impuestas en la búsqueda la palabra exacta y compartida, saltea los conceptos psicoanalíticos planteados desde la perspectiva lacaniana. No les permitió ingresar por la hendija (abertura estrecha que queda entre dos cuerpos o dos partes de una misma cosa) por la que ingresó Lacan. Tampoco era tarea de aquellos dedicados a la literatura.

La evidencia mayor que dejó Joyce es la alteración del lenguaje como seña inconfundible y patognomónica de la locura, el campo de las epifanías joyceanas que lindan con la literatura no escapa a esta consideración. 

Pero ¿por qué son tomadas como dos campos distintos? Precisamente, porque en la literatura está considerada como creación artística y en la locura ocupan un campo de sutileza creativa, marcadamente imperceptible. Cabe la pregunta, entonces, ¿como fenómeno elemental al concepto de la orientación Lacaniana?, ¿las epifanías en Joyce es una manifestación de un fenómeno elemental? Lacan no lo dice, ni lo escribe, pero de su obra se infiere algo semejante: un fenómeno mínimo que verifica la psicosis con la alteración del lenguaje en el registro del significado, una transformación del significado situándose en la zona más sombreada y evanescen­te de la clínica de la observación, en sus márgenes y lindes, lo cual exige incursionar en el territorio de la microfenomeno­logía. Son fenómenos de un terreno híbrido y relativamente silencio­so, no obstante, presentan ciertos rasgos comunes: el pensamiento, la vivencia del cuerpo y los sentimientos (especialmente los enigmáticos, los de inefabilidad y las autorreferencia). Estas condiciones, en general y algunas, como las epifanías en particular, las encontramos en la escritura de Joyce.

Tienen presencia discreta y el desencadenamiento clínico puede o no haberse producido [en Joyce, aparentemente, no registra; no obstante Harry Levin analizando el Retrato del artista adolescente registra (…) Un episodio trivial en Clongowes Wood tuvo para Joyce una profunda significación personal (…)] como así también pueden hallarse de una forma constante o bien recurrente, pueden asimismo estar enmascarados o ensombrecidos por otros síntomas muy apara­tosas o por formaciones del carácter y rasgos de la personalidad. Recordemos que el valor esencial de estos fenómenos viene dado no tanto por la manifestación aprehensible, sino por la relación que el sujeto mantiene con ellos. 

Lacan, en el Seminario 3 se propone demostrar que la estructura de los fenómenos elementales de la psicosis responde a la estructura del lenguaje, a la estructura del significante dónde está expuesta de una manera reconocible, donde hay algo del carácter esencial de la estructura que se reconoce en el nivel de lo observable, cuando aparece a nivel de lo manifiesto. Pero no es siempre evidente en el nivel del fenómeno. Jacques-Alain Miller nos dice: 

 

 «[…] la estructura del fenómeno elemental puede reconocerse en los momentos de escansión del desarrollo del delirio: «electividad [la interpretación delirante se acota a ciertos hechos], carácter cautivante, iluminación específica» Cf. MILLER, J.-A. (2005 [1995]), p.62

 

Y también:

«Descubrir que los fenómenos elementales son estructura, es decir, que incluyen una combinación, impide oponerles el delirio, con el argumento de que este último es una articulación mientras que el fenómeno elemental no está articulado. Se trata de un elemento simple, aislado y distinto de un anillo. He aquí el descubrimiento de Lacan: el fenómeno elemental está estructurado y su estructura es la del lenguaje, tal como la del delirio. En general se puede decir que el fenómeno elemental es un delirio porque tanto uno como otro están estructurados como un lenguaje» Cf. MILLER, J.-A. (2005 [1995]), p.87/88

 

En Joyce no hay una elaboración delirante explicita, pero si nos basamos en la “clínica del detalle”: la epifanía podría ser considerada un fenómeno elemental, sumada a otros fenómenos sutiles o no, (entre muchos) tales como:

 

-    Lenguaje de órgano

 

§ Ulyses: Cada capítulo de Ulises hay una referencia a un órgano del cuerpo [Referencia tomada de Jorge Luis Borges, en una conferencia grabada sobre Joyce]

§ Finnegan Wake: el grito de Kev “Ah Trieste me comí el hígado

 

-    la autorreferencia simulada en los personajes de sus libros sería la explicitación velada de un fenómeno elemental

-    frases truncas (Finnengans Wake y Ulises)

-    Un laberinto hacia el padre” [Harry Levin, en referencia al Ulises]

-    La preferencia de la palabra “desvanecer” [en algunas traducciones está como “derrumbe”]. En Dublineses escribe los últimos párrafos: un alma que se desvanece lentamente. [Referencia del libro de Harry Levin, James Joyce] Este mismo autor escribe respecto al Retrato del artista adolescenteDesde el principio al fin, la emoción está íntegramente dada por palabras. Los sentimientos, conforme se filtran a través de los órganos sensorios de Stephen, se asocian con frases.

-    Sergio Laia en sus contrargumentos sobre el diagnóstico de locura de Joyce cita en su escrito “La locura de Joyce” una carta que el escritor dirigió a Miss Weaver y dice: Joyce le relata el ultimo pedido que su padre le habría hecho a través de un amigo. Luego de mencionar esa solicitación, el escritor hará referencia al modo en que la voz del padre lo afectaba: “me parece que “su voz”, de algún modo, “entro en mi cuerpo o en mi garganta”. Ultimamente mas que nunca - especialmente cuando suspiro” [Carta de James Joyce a Harriet Weaver, 22 de julho de 1932 ; cf. Ellmann, Richard, “Letters of James Joyce”, vol. III, London, Faber and Faber, 1966, p. 250]. Relato brevemente un dato clínico que me pertenece: habiendo tratado un caso de esquizofrenia, hube escuchado el mismo argumento en un desencadenamiento [“me fui a bañar y una sombra entro en mi cuerpo y a partir de ese momento, todo cambió para mí”]. No argumento un desencadenamiento en Joyce, sino una variante de un fenómeno elemental.

 

Si las epifanías - como fenómeno mínimo, sutil y enmarañado dentro del arte literario- es una variante de la alucinación verbal en su función significante de carácter impuesto como un paradigma de la escritura que impide un desencadenamiento, en Joyce al menos, es un ejemplo. Entonces, aquellas representarían una descomposición de la lengua. Joyce descompone la lengua, y lo hace cada vez más a medida que avanza su obra. El instrumento que utiliza para practicar esa descomposición es la escritura.

EL JOYCE DE LACAN

 

Todas las consideraciones fuera del campo del psicoanálisis desestiman cualquier diagnóstico de locura para el lego y las geniales observaciones de Lacan tuercen las perspectivas literarias de sus comentaristas y lectores. Una lectura ingenua o fanática no vislumbra la fineza de Lacan en las consideraciones del tratamiento del lenguaje aplicado a la vida cotidiana de la neurosis o psicosis

Desde el psicoanálisis y a partir de la última enseñanza de Lacan,  con la teorización del sinthome, las epifanías, están definidas como la consecuencia del error en el anudamiento borromeo donde el inconsciente y lo real están ligados, debido a la falla del registro imaginario

Como innovador de la escritura respecto de un tratamiento de lo real, Lacan reconoce en Joyce como aquél que permitió la plasmación del concepto de sinthome, un límite subjetivo, siendo el artesano de sí mismo y hacerse de un nombre que le permitió no estar clínicamente desencadenado como psicótico

La hipótesis de Lacan es que la escritura para Joyce funcionó como suplencia por la carencia del padre que afectaría lo imaginario, el ego, y la significación, representada, en este caso en particular, por la experiencia epifánica.

Si tomamos ciertas referencias freudianas y psiquiátricas, las epifanías encuentran cierta vecindad con algunas expresiones sintomáticas de la psicosis por las alteraciones del lenguaje. Desde la perspectiva de Jacques Lacan no llegarían a ser el resultado de una psicosis desencadenada, pero encuadrada dentro de una locura: denotaría el desanudamiento del registro imaginario, en este caso, específicamente, en Joyce. Por lo cual el resultado de la escritura, su obra, sería un sinthome como corrector de una falla en el anudamiento borromeo de los registro Imaginario, Simbólico y Real. Y también como la expresión de las pulsiones en el tratamiento del lenguaje pues Lacan considera a la obra de la literatura como arte a partir de la pulsión.

 

Locura-psicosis-enigma

Las posibles indicaciones de una estructura psicótica, en Joyce, son de difícil constatación, transformando la locura de Joyce en un enigma a partir de las biografías, diarios y ensayos. Tampoco se registran desencadenamientos constatables, no obstante, desde la perspectiva de una psicosis ordinaria es posible adentrarse a los aspectos de la “locura” joyceana. Pero, aun así, tiene la apariencia de una incógnita y también porque Lacan no habla de psicosis, sino de locura, esto implicaría un desanudamiento de los tres registros. 

La epifanía en su evidencia más nítida tiene palabras impuestas o murmullo, típico de la psicosis. Aunque Lacan no soslaya los sentimientos de persecución de Joyce, su querulancia , ni su carácter difícil, fundamenta su diagnóstico sobre sobre el elemento megalomaníaco ligado a su cualidad de creador, como casi una certeza, (se consideraba "el Artista", "The artist", con el peso que tiene el artículo definido inglés, asociado con la idea de ser un redentor y la misión de dar nacimiento a la "conciencia increada de su raza" [recordemos el Caso Schreber] –palabras escritas al finalizar su libro Retrato del artista adolescente. Lacan considera que la escritura de Joyce padecía una imposición de la palabra o "emergentes" que se inmiscuyen en su pensamiento más íntimo, sin ser reconocidas como su enunciador. Pero Lacan, comenta 

"Es lo que el paciente formula por sí mismo, y que parece totalmente sensato en el orden de una articulación que se puede llamar lacaniana ¿cómo no sentimos todos nosotros que las palabras de las que dependemos nos son impuestas? Es en lo que aquel que se llama un enfermo va algunas veces más lejos que el que llamamos un hombre normal. La cuestión es por qué el hombre llamado normal no percibe que la palabra es un parásito, una imposición, es la forma de cáncer de la que el ser humano está afligido".

Joyce para construir sus epifanías toma una frase escuchada, la extrae de su contexto (S1–S2) y le concede un sentido y aislado (S1), revelando a ese fragmento del discurso algo más o menos inefable. Aunque no se tratara de un fenómeno elemental sino de una técnica literaria, y en tanto que lo imaginario permanezca ausente, suspendido y enigmático, las epifanías joyceanas implicarían una teoría estética, en el sentido tomista ("claritas", tercera cualidad de lo bello según Santo Tomás de Aquino), permitiendo que la cosa se revele en su esencia, en su quididad. Pero, aunque las epifanías muestran la ruptura con la significación, la ruptura con lo imaginario no se ha consumado totalmente.

 

CONCLUSIONES

 

El tema de las epifanías comparte un espacio común en la literatura –como una forma de escritura que revela lo más íntimo de los sentimientos singulares de un escritor- y en el caso del psicoanálisis, tomando el ejemplo de Joyce, y desde la perspectiva de Lacan, una expresión de las pulsiones que percuten en el cuerpo de tal forma que al decir de Miller (…) la literatura sueña y Joyce, con su novela de asonancia muestra de qué está hecha materialmente la literatura, la despierta. La despierta para que el sueño termine, piensa Lacan. La literatura no podría sostenerse sino en su sueño, en su no saber acerca de qué estaba hecha (…)

La epifanía, entiendo, guarda un refinado vínculo con la concepción y formación católica que se revela a través de la idea de Santo Tomas de Aquino que continua el concepto de belleza de San Agustín dentro de la tradición católica y está vinculada como una manifestación de Dios. Hay que adentrarse con ojos psicoanalíticos a las posturas de la teología cristiana para escrutar el fino pasaje que hay entre la voz de Dios –a través de la palabra que otorga la formación religiosa- y la locura joyceana manifestada en la esencia de la epifanía. 

Además, en Joyce, las epifanías, ocupan un período dentro de su obra, y distintos autores coinciden en que se dedicaba minuciosamente de ellas, perfeccionando su escritura o expresión, luego se las encuentra salpicada en el resto de su obra, al menos tan nítidamente. Son la expresión de fusiones de ideas, recuerdos, hechos aislados de su vida, momentos privilegiados o cotidianos, pero que reaparecen y se visten de otros ropajes en distintas obras. Quizás fue una primera fase de su sostén que mudó en otras formas de manifestaciones y recicló en forma combinada bajo otras apariencias.

En definitiva, las epifanías tienen una doble cara. La literatura como arte y el de la locura, en este caso Joyce, un sostén que anuda los tres registros que abona a una locura enmarcada en una vacilante función fálica. Ambas comparten la disrupción y el recurso, y un lenguaje singular: uno como estético, el otro como inefable que, además, es sostén a través del recurso de la literatura. Pero, estructuralmente, las epifanías joyceanas tienen la característica de ser fragmentarias, instantáneas, suspendidas en su significación, algo ominosas, insondables, enigmáticas, inefables e instransmitibles.

La característica fundamental compartida de ambas es una expresión íntima, pero con orígenes distintos. En la neurosis, habría una proposición, una voluntad de poder construir una epifanía cuando la singularidad del quien escribe lo permita, en la locura está impuesta.

La epifanía-locura joyceana es un recurso entre otros, produciendo una escritura creativa fuera de forma, a la manera en que Freud describe el lenguaje en la esquizofrenia: amanerado (fuera de forma). Borges señala que en la escritura de Joyce abundan los neologismos. La hazaña joyceana fue eludir el parásito del lenguaje y darle el tratamiento a través de la literatura. Logró en gran medida su cometido: ser “El artista”, eludiendo el diagnóstico cómodo y dejando el suspenso el sentido de su sinthome como una expresión compartida hasta cierto punto y dejando al lector preguntándose por el sentido. Y en este aspecto, Jacques Lacan siguió sus pasos: dejó en suspenso el diagnóstico, aunque todos lo esperemos, hoy nos seguimos preguntando bajo la sospecha de la psicosis, mejor dicho: de una psicosis muy particular.

Es posible que, en la literatura, el inconsciente nos juegue la posibilidad de una bajada epifánica, seguramente muchos escritores se dejen llevar por ella. Pero en la locura estaría impuesta.

Toda la epifanía, está entrecruzada por elementos de lenguajes distintos que la contienen, así también como por conceptos y creencia religiosas de la cultura irlandesa en la cual se acunó Joyce, que, en su locura, simulada por su arte [sinthome], logra caminar por un estrecho y misterioso sendero que construye una estética literaria novedosa, distinta con la cual logra alzar su escabel

En definitiva, la escritura joyceana está compuesto por una infinidad de elementos, la mayoría inferidos de distintos autores, de testimonios dejado por el propio Joyce, los relatos de su hermano y un sin fin de situaciones que nunca se conocerán de su vida. Lo concreto es que Joyce llamó a la atención mundial de la literatura, su escabel como escritor, y la fina atención puesta por Lacan al discurso, lenguaje, lalangue, la estructura de esa escritura tan particular para articular su concepto de sinthome. ¿Las epifanías, fueron un pasaje de su sinthome?

 

Concluyentemente, las epifanías pueden pensarse desde tres espacios: la literatura, la perspectiva psiquiátrica y el psicoanálisis, desde Freud y Lacan, específicamente desde el nudo borromeo.

Para finalizar, ¿cómo acercarnos y entender un momento epifánico? El insigth de análisis, ese descubrimiento tan singular para cada parlêtre que permite el psicoanálisis ¿acaso no nos lleva a un momento de alumbramiento con un destello de angustia, o alivio que luego se traslada a lo cotidiano?

 

(*) Psicoanalista, adherente a la Escuela de Orientación Lacaniana, docente universitario, Director editorial y Propietario del Periódico El Øtro “Psi”

 

 

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·    El hilo de lo escrito en la psicosis- Olga Molina- Editoria Gramma-2018